Viajar por Escocia como estudiante

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Aunque me cueste reconocerlo por mi pasado galés, para mi Escocia es el país más bonito de Gran Bretaña. Decidimos el viaje entre mis inclasificables amigos napoletanos (qué pesaos, no me dejan ir solo a los sitios) y yo. Lo único seguro que íbamos a hacer era alquilar un coche entre los 4 y fijar la ruta con las pintas de Guiness encima del mapa. Y todo salió bastante bien y visitamos varios lugares gracias al hecho de que nos movíamos con el coche.

 

Nuestra primera parada fue, como no, Edinburgh. Hicimos el tour típico del castillo, la Royal Mile y sus calles adyacentes (Old Town) y luego bajamos a la New Town, con Princes Street Gardens, la National Gallery de Escocia, con cuadros curiosos y luego subir a Calton Hill. La verdad es que tiene un montón de sitios que visitar y calles (pero sobre todo callejones) que recorrer. Y recordad que el Festival de Edimburgo es uno de los más importantes del mundo, aunque en esas fechas esté todo masificado.

 

De allí saltamos directamente a las Highlands (Tierras Altas). Nuestra primera parada fue la Isla de Skye. La pasamos con el coche por un ferry que cogimos en Mallag. El camino hasta aquí nos íbamos parando constantemente para ver infinidad de Lochs. Al principio nos parábamos cada media hora cuando veíamos un paisaje digno de una buena foto, pero nos dimos cuenta de que cuanto más subíamos, más bonito era el paisaje. Así que decidimos dejar de “hacer el japonés” hasta que no llegáramos a Skye. Eso si, visita obligada al castillo de Eilean Donan, construido en un islote y al que se pasa por un pequeño puente. Un castillo increíble, donde se rodó “Los Inmortales”.

 

Lo de esta isla merece un capítulo aparte. Estuvimos dos días recorriéndola con el coche de cabo a rabo. Encontramos playas de coral (si, si, de coral) con aguas cristalinas, con focas y de fondo las montañas. Tuvimos muchísima suerte porque en abril hizo muy buen tiempo. Es decir, hacía frío pero el cielo estaba claro, con lo que los colores verdes de las montañas, el azul del cielo y mar y el blanco de las playas hacían un contraste increíble. Nos alojamos en “bed&breakfast” muy baratos y con gente muy simpática (escoceses 100%). Recomiendo la visita a Cuillin Hills (donde el perfil de las montañas de las otras islas dan una imagen de una mujer acostada) y Kilt Rock con sus acantilados.

 

Con todo el dolor de nuestro corazón, pasamos de nuevo a tierra firme y nos dirigimos al Lago Ness. A mi personalmente me decepcionó porque ví muchos más Lochs antes que eran mucho más bonitos. Pero bueno, todo fue por la buena causa de encontrar a Nessie e invitarla a unas pintas. Se me olvidaba el whiskey escocés, el mejor del mundo. Pero como a mi no me gusta, pues esa faceta no la disfruté tanto como mis amigos. Os aconsejo que visitéis alguna de las viejas destilerias que hay repartidas en toda Escocia, es mucho mejor que comprarlo en un supermercado o en una tienda turística. Y que os paséis por algún bar de cualquier pueblo pequeño un domingo, donde se pueden reunir músicos locales y tocar música celta.

 

Como se nos estaba acabando el viaje, no pudimos subir más hacia el norte. Por lo que decidimos ir directamente a Stirling, donde nos encontramos con una amiga que estaba haciendo el doctorado allí. Llegamos de noche muy tarde y nos dio tiempo a visitar un poco la ciudad, donde William Wallace derrotó a los ingleses en una batalla.

 

Os aconsejo también que tengáis cuidado con los límites de velocidad (en general para todo Reino Unido, ya que está lleno de radares y cámaras). Se le ocurrió a mi amigo conducir como lo hace en Nápoles y luego me llegó un “multón” de agarrarse a la silla. Así que cuidadín, conducid despacio, al menos hacedlo con la excusa de disfrutar del paisaje escocés.